artículo publicado en Diario de Jerez (18 de febrero de 2025)
Plano de Jerez de la Frontera (c. 1820) |
La Historia está sujeta a una continua
revisión. Esto es así porque en no pocos casos la explicación del hecho
histórico únicamente puede ser construida mediante hipótesis. Hipótesis, más o
menos acertadas, que forzosamente están determinadas por los materiales y las
fuentes disponibles. Con todo, la paciente investigación da su fruto,
confirmando conjeturas, desechando otras y ofreciendo un conocimiento fiable
sobre determinados puntos de nuestro patrimonio cultural. Como disciplina
científica cuyo fin es explicar el presente a través del estudio del pasado,
sus resultados sólo adquieren su sentido cuando llegan a la sociedad en su
conjunto. Jerez, por fortuna, cuenta con varias instituciones culturales
privadas y con el propio Ayuntamiento que promueven la difusión de los avances
en la investigación histórica. Pero también, es justo recordarlo y valorarlo,
dispone de la decidida apuesta por la difusión cultural de medios de
comunicación locales como el presente. Aunque siendo realistas, también hay que
decirlo, la difusión no siempre alcanza sus objetivos. Dejando para otros foros
los éxitos o los fracasos de la difusión histórica, la mayor frustración de los
investigadores es comprobar que lo que se divulga, lo que se socializa en
definitiva, son errores o imprecisiones ya superadas.
El 27 de febrero del 2013 publicamos en estas mismas páginas un artículo acerca del origen del nombre de la calle “Por-vera” (véase la entrada de nuestro blog “Xerez Educativo” https://xerezeducativo.blogspot.com/2016/02/calle-de-la-polvera-vs-calle-por-vera.html o el archivo digital de Diario de Jerez https://www.diariodejerez.es/opinion/articulos/fantasia-impugnada-documentos_0_674632677.html). Allí demostramos que durante toda la Edad Moderna esta se había conocido como “calle de la Polvera”. También, que dicha denominación la mantuvo hasta que a mediados del siglo XIX alguien dentro de instancias gubernativas públicas pensó que esta y otras nomenclaturas callejeras no eran más que transcripciones de una pronunciación imperfecta de su verdadero nombre; se consideró que el rótulo correcto y decoroso de tan principal y señorial vía tenía que ser “Por-vera”, justificándose en el hecho de trascurrir “por la vera” de la muralla. De este modo, los documentos oficiales comenzaron a usar esta nueva rotulación. Tal nomenclatura tomará carta de naturaleza décadas más tarde en el libro sobre las calles de Jerez del archivero Muñoz y Gómez. Pero nada más lejos de la realidad histórica. Como demostramos, ese nombre de “calle de la Polvera” que invariablemente aparece en la documentación y en los distintos planos de la ciudad hasta aquellos años centrales del Diecinueve tenía su nacimiento en haberse situado en ella, desde mediados del siglo XVI, una “polvera” o “polvero”. Es decir, una calería o establecimiento para la producción y venta de cal.
Que aún se siga difundiendo la inventada historia de esta emblemática calle nos obliga a volver a insistir en este asunto. Y lo vamos a hacer presentando algunas noticias documentales de las muchas que se podrían traer, pero que por falta de espacio dejaremos para otra ocasión, que prueban elocuentemente su verdadera identidad.
En el día 9 de abril de 1593, el ayuntamiento tuvo que resolver el asunto de que en la calle Corredera se había “hecho sierta polvera de cal”, la cual ocasionaba un “notable daño” a sus numerosos transeúntes. Los capitulares mandaron clausurar esta polvera ilegal indicando que la ciudad disponía de “polvera señalada” donde todas las personas que quisieran fabricar y vender su cal podían hacerlo de manera controlada y sin perjuicio para el resto de los ciudadanos (Archivo Histórico Municipal de Jerez, Actas Capitulares, tomo 34, años 1593-1594, ff. 105-105v.). Un emplazamiento para los hornos de cal que, como ya documentamos, se había ordenado en 1543 que se situara en el entorno de la Puerta Nueva, justo al lado del convento de la Victoria. De este modo, a raíz de este acuerdo municipal, se consolidará una zona de esta calle como lugar destinado a la producción y venta de cal y donde se asentarán muchos profesionales de esta industria, acabando, así, por darle su denominación como “calle de la Polvera”. Esto se puede comprobar en el otro documento que presentamos.
En 1609, los “caleros” Martín López del Clavo y Juan Muñoz se concertarán con don Francisco de Gallegos para venderle “treinta cahizes de cal de piedra seca”. Se indica que ambos caleros eran vecinos “de la collación de Santiago”. Y, en concreto, que Martín López lo era de “la calle de la victoria junto a la polvera” (Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Protocolos y padrones, caja 85-1, Escrituras otorgadas en 1609 ante Diego López de Arellano, escribano de Jerez de la Frontera, 22 de febrero, ff. 72-73).