Pocas líneas, por no decir ninguna, dedica la historiografía jerezana a la
participación de la mujer en la producción y la comercialización vitivinícola.
Desde luego, en un mundo de hombres su presencia fue -y es- casi residual o
anecdótica. Pero, sin embargo, mujeres implicadas en el mundo del vino las
hubo.
Aprovechando estas fechas festivas alrededor de nuestra agro-industria, queremos desempolvar -literalmente- el nombre de una de esas mujeres que tomaron el mando en el negocio del vino mucho tiempo antes de que llegaran a nuestra ciudad, en los albores de la contemporaneidad, los conocidos apellidos que secularmente identificamos con el desarrollo la vitivinicultura jerezana. De esa trastienda de la Historia sacaremos a María de Austis.
Capitulaciones matrimoniales de Francisco de Castilla y María de Austis (1586) |
En 3 de julio de 1586, María de Austis, viuda de Baltasar Pérez de Acuña,
se casaba con el veinticuatro Francisco de Castilla, con quien le unía no sólo
vínculos familiares, sino también de negocios [Archivo Diocesano
Asidonia-Jerez, San Miguel, libro de
matrimonios (1573-1593), f. 53]. Castilla era paradigma de la burguesía
mercantil que había logrado el ascenso a la élite social y política local
gracias a los frutos de sus afanes comerciales [Archivo de Protocolos
Notariales, of. 17, año 1614, ff. 770-780]. Un día antes del enlace, los
futuros esposos protocolizaban un inventario de los cuantiosos bienes que cada
uno aportarían al matrimonio [APN., of. 5, año 1586, 2 de julio, folio roto].
La libertad de acción que la legislación castellana otorgaba a la mujer
viuda permitió que María de Austis continuara los posibles negocios de Pérez de
Acuña. No era algo inusual. En la citada acta de inventario, María es descrita
como una empresaria al mismo nivel de su socio y marido en ciernes; preparación
intelectual para ello no le faltaba, pues sabía escribir. Tanto es así que en
la flota que partió hacia Nueva España en el año 1584 había cargado 100 pipas
de vino a mitad con Castilla. De esta operación se le debían 18.966 reales y
medio que estaban “en poder de nicolas
peres hurtado vecino de Mexico” y
que eran resto de los 7.741 pesos y cinco tomines en que había fructificado
dicho envío. Al año siguiente, 1585, según sigue anotando el documento, había
cargado otras 50 pipas que estaban en poder de su nombrado apoderado en México.
Cada barril o pipa se apreciaba en 40 ducados. Aparte de lo mencionado,
guardaba 100 “botas
de vino que están en una bodega detrás del convento de la vera cruz, que fueron
apreciadas en 20 ducados cada una”.
Nuestra señora de Atocha (1611)
Como vemos por este documento, y como
han demostrado los estudios de Guerrero Vega, Romero Bejarano y Aroca Vicenti,
ya desde el siglo XVI en esa zona periférica de Jerez se estaban configurando
complejos arquitectónicos de carácter bodeguero de cierta importancia, bodegas que
Austis y Castilla suponemos que arrendaban para almacenar el ingente vino que
criaban o compraban. Así, Castilla decía tener almacenadas 500 botas entre esa
misma bodega y otra anexa.
Con el matrimonio, cesarían los negocios vinateros de doña María de Austis.
Y pronto también lo harían los de su esposo, ya por entonces más preocupado en trasformar
su fortuna en capellanías y mayorazgos. A ello le forzaba una sociedad
decadente que despreciaba la nobleza del trabajo y que blasonaba, por el
contrario, el “noble” vivir de las rentas.
Juan A. Moreno Arana.
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