domingo, 27 de marzo de 2022

EL VIA CRUCIS DE LOS MAESTROS JEREZANOS DEL SIGLO XVIII

Bajo la advocación San Casiano de Ímola se constituye la hermandad laboral de los maestros jerezanos a mediados del siglo XVIII. Esta hermandad y cofradía se creaba con unas motivaciones de índole gremial. Es decir, para arbitrar medidas de protección laboral y de socorro mutuo. Sin embargo, más allá de la defensa del oficio y del corporativismo, estas instituciones eran utilizadas como un instrumento que daba la posibilidad al colectivo de maestros de hacerse presente y de participar de forma activa de la vida social de la ciudad.

Como institución cohesionada entorno al componente religioso, la hermandad de San Casiano de Jerez encontrará en el acto piadoso del Vía Crucis uno de los cauces para exteriorizar la imagen del colectivo de cara al resto de la sociedad. Así en el capítulo sexto del Convenio de Ordenanzas de la hermandad se hace referencia a la “costumbre inmemorial” de los maestros jerezanos de salir juntos las tardes de los Viernes de la Cuaresma con sus respectivos alumnos para andar en “Público Vía Crucis”.



Como cuenta Bartolomé Gutiérrez en su “Año Xericiense” (1755), esta devoción gozaba en aquellos años de una gran popularidad entre los jerezanos, tanto cómo para que desde el arzobispado se hubiera ordenado que las mujeres lo hicieran por la mañana y los hombres por la tarde-noche, de manera que se pudiera evitar acercamientos poco decorosos entre ambos sexos.
Y, en efecto, tanto fue el arraigo de esta manifestación religiosa y tanta la importancia la que se le concedía, que las ordenanzas advertían que aquel maestro que por “legítimo impedimento” no asistiera a la convocatoria debía, al menos, cerrar su escuela durante dichas tardes, para no hacer la competencia a los demás maestros, se entiende.
Si paseáramos por la ciudad en una tarde de Viernes de Dolores como la de hoy, pero de 1751, veríamos cómo desde la Plaza de la Yerba, la calle Cotofre, la Cruz Vieja, la calle Ancha, o la plaza del Mercado salían, respectivamente, al frente de sus alumnos los maestros Antonio Iñiguez, Pedro Isidro Roldan, Juan de Salagui, Andrés de Siles y Francisco Garay. Desde sus escuelas, tomaban las empedradas calles para reunirse con los otros seis maestros de escuela legalmente establecidos en la ciudad. El punto de encuentro era frente al convento de Santo Domingo. Allí, señalizada por una cruz colocada sobre una columna, se ubicada la primera estación de la Vía Dolorosa jerezana.
Los vecinos del antiguo arrabal de Santiago se asomarían a sus puertas y ventanas para presenciar este singular y concurrido acto de meditación espiritual que se escenificaba por sus calles. Niños y maestros, arropados por una luminosa tarde de primavera, concluirian su “Camino de la Cruz” subiendo a la capilla del Calvario, en aquel entonces un deleitoso altozano a las afueras de la ciudad donde era fácil alcanzar la Gloria.
Bibliografía:
Moreno Arana, J. A.: La Educación en Jerez de la Frontera en el siglo XVIII. Madrid, 2012.

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