sábado, 26 de marzo de 2022

UNA EDUCACIÓN PARA UNA NUEVA ÉLITE.


A las diez y media de la mañana del domingo cinco de julio de 1795 María del Carmen Beigbeder, “mayor de doce años y residente entonces entre-puertas del Convento de religiosas de Santa María de Gracia del orden de San Agustín, hija legitima de Dn. Pedro Beigbeder de este vecindario y de Doña Josefa Ducoin su difunta mujer” presentaba un escrito en la Casa del Corregidor. Estas fueron sus palabras:
“dijo que el dicho su padre era un hombre soltero (sic) (querría decir viudo) cuyas casas para el firo de sus negocios y comercios tiene dos cajeros Ingleses y otros sirvientes hallándose sin una mujer de respeto que la pudiese acompañar y además había dispuesto reportarla al Reino de Inglaterra a instruirla en sus Colegios, y no habiendo conseguido se desistiese de su intento como le había suplicado y temiendo el castigo con que le amenazaba se había retraído en aquella hora en el mencionado convento”. Un lugar donde la joven hija del comerciante francés Pedro Beigbeder pensó que estaría a salvo de su padre mientras la justicia dictaba el auto que evitase, en sus propias palabras, “la extracción que mi padre quiere hacer de mi persona al reino de Inglaterra”.
La documentación termina aquí. No hay resolución de la petición. Si fue o no María del Carmen Beigbeder a estudiar a Inglaterra se nos escapa. Pero ella no podrá escapar a su destino: casará años después Juan David Gordon Boyd, miembro de otros de los clanes comerciales extranjeros más importantes establecidos en Jerez desde fines del siglo XVIII. Un clan que, como los Beigbeder, también remitirá a sus féminas a Inglaterra para su formación; Rosa y Cristina, hijas de Jacobo Gordon se encontraban en 1809 estudiando en la ciudad inglesa de York.


Aunque los citados ejemplos la hacen suponer una práctica ceñida únicamente a la burguesía comercial, algunas familias de la vieja nobleza local también adoptarán este concepto “burgués” de educación femenina. Sería el caso de Margarita López de Morla y Virués. Hija de los afrancesados marqueses de los Álamos del Guadalete, esta jerezana “de singular entendimiento e instrucción vasta, educada en Inglaterra, aficionada a estudios serios” -como anotaba Alcalá-Galiano en sus “Memorias” - mantuvo en el Cádiz sitiado por las tropas napoleónicas, una tertulia que reunió a lo más granado del liberalismo de las Corte.
Los que no podían permitirse esta elitista enseñanza en el extranjero habrían de conformarse con los maestros o maestras particulares o con acudir a alguna “Academia para niñas” como las que se localizaban en la collación de San Marcos, asentamiento de las familias la alta burguesía del momento, donde se enseñaba “a escribir, hablar español y francés, bordar, cantar, coser, dibujo y otras cosas de su sexo”.
El resto de la población habría que conformase con la educación rudimental y de corte sexista de las numerosas escuelas de amigas repartidas por toda la población, o con la Amiga General del Hospicio de Huérfanas.
Pero, pese a ejemplos como el de Margarita López de Morla, es difícil precisar el alcance de estas exclusivas enseñanzas y los resultados que pudieron obtener entre las jóvenes de la alta sociedad jerezana. Se podría invocar, en este sentido, las palabras que Alcalá-Galiano escribió al respecto de las academias gaditanas: “no salían las discípulas muy aventajadas, porque o la genial pereza era impedimento al estudio, o las costumbres de la juventud, nada favorables a él, borraban en breve de la cabeza, como cosa no de uso, el corto y superficial saber adquirido de no muy buena gana”.

Bibliografía_

Moreno Arana, Juan Antonio: La Educación en Jerez en el siglo XVIII, Madrid, 2012.

https://www.academia.edu/12366550/La_Educaci%C3%B3n_en_Jerez_de_la_Frontera_en_el_siglo_XVIII_Madrid_Bubok_Publishing_S_L_ISBN_978_84_686_0936_2

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